El camino nos llevará a descubrir lugares como Peralada –castillo y casino–, Figueres, con el museo del universal Salvador Dalí, y núcleos medievales como Pals, Peratallada, Púbol, la propuesta artesanal de la cerámica de La Bisbal, los parajes del Pla de l’Estany con su capital, Banyoles, o la ciudad de Girona, depositaria de la catedral y el barrio judío, de importancia reconocida internacionalmente. Además de todo esto, uno de los atributos que puede lucir con más orgullo es la calidad de sus playas y aguas litorales.
Si el Mediterráneo es una de las partes de este maridaje sensual y vertiginoso, la otra, con la autoridad y la fuerza de haber sido crisol de la cultura catalana, y la autenticidad de siglos de convivencia con el lado más valiente de la naturaleza, es la montaña: el Pirineo de Girona.
Un impulso definitivo, una presencia imparable que desde los más de dos mil metros de altura de las cumbres nevadas condiciona y modela todo el paisaje de las comarcas, entre la imponencia de las elevaciones graníticas y la quietud de los valles y los llanos.